sábado, 19 de enero de 2019

SINÓNIMOS DE HABLAR


FAMILIA LÉXICA DE FLOR


EL COLUMPIO


¿Y si os cuento una historia? De esas que puedes creer o no…

Todo lo que en estas líneas voy a escribir fue basado en un hecho real… ahora está en cada uno de vosotros que lo creáis o no.

Con vuestro permiso, os daré un consejo: nunca, nunca subestiméis el poder del más allá, porque nunca se sabe…

Todo ocurrió en Madrid, en el Paseo de Gracia nº34. La protagonista de este suceso se llamaba Sara. Tenía 16 años, cuando su curiosidad la llevó al mundo del más allá…del que aún no ha vuelto y en el cual se dice que sigue vagando. Sara era una adolescente bastante curiosa, algo rarita pero inteligente. Como iba diciendo, Sara cursaba 1º de BUP en el instituto IES El Lago, no muy lejos de donde ella vivía. El 31 de octubre de 1986, Sara, como cada día, regresaba de las clases acompañada de Susana y Julia, sus dos mejores amigas, o al menos eso creía ella. De camino a casa, se encontraron con Javier de Durango, el chico del que Julia estaba pillada, y por el cual haría cualquier cosa. Javier llevaba una caja, algo parecido a un juego de mesa. Sara preguntó, con curiosidad, de qué juego se trataba. Javier y Julia se miraron con ojos de complicidad y esta respondió que se trataba de la ouija, un tablero con el que se podía invocar a los espíritus. Sara abrió los ojos con gran asombro y con gran curiosidad…de sus labios, sin apenas darse cuenta, se escapó un: - Buuah, yo quiero probar esto, tiene que molar… ¡Hagámoslo! Invoquemos a alguien. Nunca he creído en estas bobadas y por qué no probarlo.

Esta tarde quedaron en el Parque de la Laguna, al que no solía acercarse nadie ya que estaba los típicos columpios de hierro, chirriantes y oxidados, donde los padres de hoy en día no quieren llevar a sus hijos. Cuando se reunieron, también se apuntaron Samuel y Calos, otros amigos del grupo, dispuestos todos a experimentar algo que nunca en sus vidas podían olvidar y que los atormentaría eternamente.
La verdad es que para estar en el mes de octubre no era una noche fría, se estaba bien, estaba templado y no corría el aire. Casi no había estrellas y la luna era enorme y naranja, iluminaba todo el parque y se reflejaba en el agua. La vedad es que era una bonita noche.

Buscaron una mesa de piedra que no estuviera tan cerca del agua para no notar mucho la frialdad, se acomodaron alrededor de la mesa y Javier colocó el tablero en el centro de ella. Susana sacó tres velas y las encendió. Sacó un vaso de cristal y lo colocó justo encima del tablero. Sara, tan curiosa como de costumbre, enseguida comenzó a mover el vaso por todo el tablero invocando a toda clase de muertos, espíritus…

-¡Venga! Para ya. Vamos a hacer las cosas bien- dijo Javier.

Sara pasó el vaso a Javier que preguntó a quién querían invocar, a quién querían regresar del más allá, entre ellos hubo miradas, sonrisas, incertidumbre… Carlos dijo que los señores de su barrio comentaron que en este parque había muerto una niña tras caerse de un columpio. En ese instante, uno de los columpio empezó a balancearse y a chirriar, el grito de los chavales se escuchó hasta el centro de la ciudad, pero ninguno de ellos se movió de su sitio.

Sara propuso invocar a la niña para que pudiese contarles qué le pasó, cómo se cayó del columpio, quién estaba con ella…

Pues bien, con las velas ya encendidas, y agarrándose las manos, procedieron al ritual.

-Niña del parque te invocamos, manifiéstate… ¿estás aquí?

El vaso se deslizó suavemente por el tablero con los dedos de los seis sobre él.
-Sí.
Todos se miraron algo asombrados. Javier volvió a preguntar:

-¿Cuál es tu nombre?

El vaso fue deslizándose de una letra a otra hasta que se pudo leer Isabel. Nadie habló.

-¿Qué años tienes? – preguntó Javier de nuevo.

-Seis.

El vaso se paró.

Sara quería saber más. Estaba intrigada. Estaba asombrada. Nunca antes había sentido y vivido algo así y preguntó: - Isabel, ¿qué te ocurrió?

De repente, los columpios empezaron a balancearse suavemente, los árboles comenzaron a agitar sus ramas, un viento helado les recorrió los cuerpos inmóviles de miedo. El vaso comenzó a deslizarse sin sentido y, de repente, en el tablero apareció la frase: - Me asesinaron.

- ¿Quién? ¿Cómo?

Sara quería saber más.

- MI MAMÁ, MI MAMÁ, MI MAMÁ.

En ese instante, algo empujó a Susana e hizo que cayera del banco. Todos corrieron dejando sola a Sara, que se quedó allí, sentada inmóvil.

- No tengo miedo, Isabel. ¿Qué te pasó? ¿Por qué tu mamá te mató?... Sara oyó la voz de Isabel, que decía que su madre estaba poseída por un mal, algo dentro de ella se lo ordenó o, al menos, eso escuché decir a las personas cuando todo ocurrió.

- Mi mamá me trajo aquí, me sentó en este columpio, y comenzó a mecerme suavemente. En un instante, mi vestido y mis zapatitos se llenaron de sangre. Ella me cortó el cuello.

Sara, boquiabierta por el espantoso crimen, no podía mediar palabra…

- ¿Sara? ¿Ese es tu nombre? – le preguntó Isabel.

- Sí – contestó Sara con un hilo de voz.

- Acompáñame Sara, me siento sola, tengo miedo, quiero que te estés conmigo.

Sara la miró aturdida. Isabel le agarró la mano, estaba tan fría… Sara la miró y caminó de su manita hasta llegar a los columpios. Allí se sentaron. Sara miró a Isabel, estaba feliz.

Sus bonitos ojos verdes, en un instante, se volvieron blancos, su sonrisa dulce y angelical se transformó en una sonrisa cómplice y malvada.

Cuando Sara miró su jersey gris y sus vaqueros azules, estaban manchados de sangre. Llevándose las manos al cuello, pudo comprobar que era suya. Giró la cabeza y, alzando la mirada, allí, sonriendo, estaban Javier, Carlos y Samuel.

La mataron, sus amigos la mataron. Allí quedó, sentada, desangrada, en su último suspiro miró al columpio de al lado, Isabel le sonreía mientras repetía una y otra vez:

- No estaré sola nunca más, tú te quedarás aquí conmigo.
                                                                                                                                
                                                                                                   Andrea, 4º

LA NOCHE DEL CAMPING


La noche del 31 de noviembre, los alumnos de primero de ESO fueron de excursión al parque de atracciones de Madrid. Todas las personas que los rodeaban iban vestidas con trajes de miedo (brujas, zombis, esqueletos, etc.). Los estudiantes se quedaron asustados, no sabían lo qué ocurría. Los profesores no se lo explicaron y fueron alejándose de ellos. Antes de irse, los profesores les avisaron de que dormirían en un camping durante dos noches hasta que el autobús regresara de Fontiveros. Los alumnos dejaron sus maletas en las taquillas del parque de atracciones y estas fueron cerradas por los supervisores del parque.

Los alumnos pasaron el día montados en las atracciones. En la que más montaron fue en la atracción del pánico, llamada así por la gente que montaba.  Consistía en montar en un ascensor muy pequeño. Cuando la gente entraba todo cambiaba y no parecía tan bonito como antes de entrar. Una vez dentro, tenías que pasar horas allí para volver a salir. En la mitad de la atracción el ascensor se quedó paralizado, por lo cual debían pasar más tiempo allí. Cuando se paró, se escuchó la voz de un segurata del parque de atracciones diciendo que mantuvieran la calma porque iban a estar allí dos horas encerrados hasta que el técnico lograra averiguar por qué se averió y lograra abrir las puertas de aquel ascensor. En ese momento, toda la gente que había allí empezó a gritar y a ponerse a llorar, así haciendo entrar en pánico a los alumnos de primero de ESO.

Al llegar la noche, todos los alumnos se dirigieron al autobús, pero, cuando llegaron a la parada, no había nadie, solo sangre y un cuchillo en la acera.

Llamaron a los profesores, pero no daban señales de vida; los profesores debían estar ya en el autobús, pero el autobús no se encontraba allí. Entonces, vieron un camping al lado del parque en el que poder pasar la noche. Antes de dormir al aire libre, decidieron darse un paseo por allí. Fue una de sus peores noches. Cuando volvieron al lugar donde dormían, sus mochilas ya no estaban. Solo había sangre y un cuchillo nuevo, como en la parada del autobús. Preocupados, fueron en busca de los profesores para contárselo, pero los profesores seguían sin dar señales de vida; sus teléfonos seguían apagados y el autobús nunca llegó a recogerlos. Más tarde, durmieron porque estaban muy cansados, pero solo consiguieron dormir media hora ya que no paraban de escuchar ladridos, ruidos y gritos de personas y no pegaron ojo del miedo que estaban pasando en esos momentos.

Los profesores llegaron al parque el segundo día (1 de diciembre). Como no encontraron a sus alumnos, montaron en el autobús de vuelta a Fontiveros sin ellos, para ver si habían ido allí con otro autobús.

Los alumnos seguían en el camping. De repente,  los compañeros se dieron cuenta de que faltaba un chico de su clase. Todos preocupados se pusieron a buscarlo. Cuanto ya habían buscado por casi todo el camping y el parque de atracciones, pensaron en que no habían buscado en la atracción más lejana  de la entrada del parque. La atracción se llamaba El palacio encantado. Como ya  era de noche, el parque había cerrado y no había nadie, solo ellos buscando a su compañero.  Entraron en el palacio y, nada más entrar, se encontraron con un fantasma con un vestido largo y blanco. Ella les negó la entrada a su casa, pero aun así ellos se colaron y, en la segunda planta, encontraron a su compañero inconsciente debajo de un espejo. Fueron a buscar ayuda, pero no encontraron a nadie. De repente, apareció a su lado un autobús sin conductor todo ello de sangre.

La señora fantasma del palacio los condujo hasta una enfermería  encantada mientras se chocaba con los obstáculos del camino.

¿Conseguirán volver todos a Fontiveros?

Jimena y Sandra, 1ºESO

DIPTONGOS VS. HIATOS


PÍLDORA ORTOGRÁFICA 1